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Si crees lo que dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano en el libro “El fútbol a sol y sombra”, esta pregunta tiene una respuesta directa.
Citando a Galeano: “Ramón Unzaga inventó el movimiento en el puerto chileno de Talcahuano: con el cuerpo en el aire y la espalda paralela al suelo, golpeó el balón hacia atrás de forma repentina con sus piernas, como las hojas de una tijera”.
Galeano no le pone fecha a este momento histórico, pero la tradición popular afirma que Unzaga inventó este movimiento en 1914 en Talcahuano.
Ramón Unzaga, el inventor de la chilena
Un chileno nacionalizado (había emigrado desde Bilbao con sus padres en 1906), a Unzaga le encantaba hacer chilenas tanto en ataque como en defensa. Tras presumir de su movimiento distintivo en dos ediciones de la Copa América (las de 1916 y la de 1920), la prensa argentina le dio su nombre a la chilena.
Aunque esta historia pueda parecer completa, no le hace ningún favor ni a Callao (el mayor puerto de Perú) ni al periodista argentino Jorge Barraza, cuyas investigaciones sugieren que el movimiento fue inventado por un chalaco (como se conoce a los habitantes de Callao) de ascendencia africana que probó la maniobra acrobática durante un partido contra marineros británicos.
El historiador peruano Jorge Bazadre sugiere que esto podría haber ocurrido ya en 1892. Según especuló Barraza, los chilenos podrían haber copiado este movimiento de los partidos habituales entre equipos de Callao y el puerto chileno de Valparaíso. Si crees esta teoría, la chilena es realmente la chalada (golpe chalaqueño).
En su novela de 1963 “La ciudad y los perros”, Mario Vargas Llosa sugiere que la gente de Callao debió haber inventado la chilena debido a que usan sus pies de manera tan eficaz como sus manos. Sin embargo, ni Chile ni Perú renunciarán jamás a la reivindicación de haber inventado este espectacular movimiento. Lo que, si piensas en ello, es raro, porque la chilena presupone que otra persona no ha hecho correctamente su trabajo.
El científico alemán Hermann Schwameder, un experto en técnica del movimiento, dice que lo que necesitas es “instinto, un montón de valentía y un mal pase cruzado”. Klaus Fischer, que marcó un gol con la chilena más famosa de la historia de la Copa del Mundo (empató a 3-3 en la semifinal de 1982 entre Francia y Alemania Occidental durante el tiempo añadido), está de acuerdo: “en general, hay que decir que todos los pases cruzados que conducen a un gol por chilena no son buenos pases cruzados”.
Pese a ello, en una famosa ocasión, un penalti no demasiado bueno llevó a un gol mediante chilena. En mayo de 2010, en la primera categoría húngara, el equipo Honvéd estaba a 1-0 contra sus grandes rivales del Ferencváros, cuando se pitó un penalti a su favor. El delantero italiano Angelo Vaccaro se ofreció para sellar la victoria. Chutó el balón a la altura perfecta para el portero, que lo golpeó hacia el aire. Vaccaro esperó a que el balón bajara y, con un ojo puesto en los defensas que se acercaban, lo golpeó por encima de su cabeza (y del portero) hacia el interior de la red.
Incluso si no fallas primero un penalti, una buena chilena es un atajo hacia la gloria, aunque a veces esa gloria es efímera. El maravilloso gol por encima de la cabeza de Zlatan Ibrahimović contra Inglaterra en noviembre de 2012 fue ensalzado como uno de los mejores jamás marcados. Ese mismo mes, intentando replicar su hazaña en un empate de la Copa de Francia entre el Paris Saint-Germain y el Saint-Étienne, se le escapó el balón por completo.
La espectacular chilena de Wayne Rooney en el derbi de Manchester de febrero de 2011, fue votada como el mejor gol de la historia de la Premier League. El jugador no idealizó su logro, diciendo: “lo vi venir y pensé, ¿por qué no?”
Es posible que ahí esté el secreto del atractivo duradero de este movimiento: es raro en la vida ver un error humano (un mal pase cruzado) tan rápidamente redimido por el genio humano.
Incluso una chilena fallida puede tener consecuencias imprevistas. En la Copa del Mundo de 1994 celebrada en Estados Unidos, con los anfitriones a minutos de una victoria 2-1 contra Colombia, Marcelo Balboa sorprendió a los espectadores del Estadio Rose Bowl con una inspirada chilena que acabó por encima del córner izquierdo. Si hubiera entrado, se habría convertido en uno de los vídeos de fútbol más famosos de YouTube.
No fue así, pero pese a ello inspiró al milmillonario de Denver Philip Anschutz, quien prometió: “ése es el tipo que quiero que juegue para mi equipo”. Balboa firmó con el Colorado Rapids de Anschutz, y el milmillonario se entusiasmó tanto que invirtió en el Chicago Fire, el New York/New Jersey Metrostars, el LA Galaxy, el DC United y el San Jose Earthquakes: seis de las 10 principales franquicias de la Major League Soccer. Así que podrías decir que la chilena de Balboa hizo despegar a la MLS.
¿Quién inventó la chilena?
Hay otros demandantes menos convincentes del honor de haber inventado la chilena. El legendario delantero brasileño Leônidas, cuya elasticidad hizo que se ganara el apodo de El Hombre de Goma, afirmó que había creado este movimiento. Pero según sugieren los registros, lo usó por primera vez para su club, el Bonsucesso, en 1932, más de una década después que Unzaga.
La cronología juega todavía más en contra de Carlo Parola, el defensa central de la Juventus, quien usaba este truco tan a menudo que era conocido en Italia como Signor Rovesciata (Sr. Chilena) y Doug Ellis, el “letal” presidente del Aston Villa que afirmó haber inventado este movimiento mientras jugaba para el Southport durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, para entonces la chilena ya había logrado notoriedad internacional. En 1927, el club chileno Colo-Colo hizo una gira por Europa y su capitán y fundador, el delantero de 24 años David Arellano, realizaba este truco tan a menudo que fue muy aclamado en España, hasta que murió de una peritonitis tras chocar con otro jugador durante un partido en Valladolid. La línea negra sobre el emblema del club Colo-Colo es un homenaje a este llamativo delantero cuya inolvidable muerte prematura es un nefasto aviso sobre los peligros de alardear.